El Estudio del Descomponedor : (Capítulo 42)

Planes del viernes con Irene

“Hola bestie, ¿estás por aquí hoy? Estoy en Coín, ¿quedamos en El Plato otra vez?” Era Irene escribiéndome, la señora que también había perdido a su perro. “Claro, será genial verte otra vez”, le respondí. Era viernes otra vez. Las semanas pasaban volando y para hoy realmente necesitaba a mi bestie, no te rías, simplemente decidimos llamarnos así después de nuestro primer encuentro.

El viaje con el hombre de las naranjas

Así que los perros estaban alimentados y los pedidos impresos y embalados; había visto a TNT y ahora era hora de ducharme, sí, llegar bien limpia, y de hecho caminar hasta allí y emborracharme, qué más da. Así que eso hice. El paseo era bastante largo, y cuando bajaba por mi camino hacia la carretera, una furgoneta se detuvo. El conductor parecía tener unos 125 años y la furgoneta estaba llena de naranjas. Me dijo en español: “¿Quieres que te lleve?”. “Sí, por favor, ¿hacia dónde vas?” le dije. “Alhaurín,” respondió. “Genial, si puedes dejarme en la rotonda,” le contesté. Madre mía, hasta tenía una caja de naranjas en el asiento delantero; me apreté dentro y estaba tan feliz, ya que eso me había ahorrado más de media hora de caminata.

El olor en la cuneta

Mientras caminaba por la... básicamente cuneta, ya que no había acera a lo largo de esa carretera, podía oler la muerte. Cuanto más me acercaba, más fuerte era el olor, y ahí estaba: el cuerpo de un gato. Sabiendo lo que sé ahora y lo importante que puede ser para alguien, supe que tenía que sacar fotos de ese pobre cuerpecito. Joder, el olor y saber que no tenía ropa de repuesto y que estaba a punto de encontrarme con Irene significaba que tenía que hacerlo rápido. ¿Por qué será que cuando necesitas hacer algo deprisa nunca sale bien? El sol daba directamente en mi móvil y metí el código mal, luego me caí hacia atrás en la cuneta. Me corté todos los brazos y cuando me incorporé empecé a tener arcadas. Lamento decir que la única manera de no hacerme pis encima fue más difícil que cruzar las piernas.

Compartiendo con Julie

Las fotos fueron tomadas y me puse en marcha; mientras caminaba, envié todas las fotos a nuestra Julie.

Noche de bestie y resaca

“Bestie,” dijo mi bestie. “Bestie,” respondí. Básicamente, las dos nos emborrachamos tanto que, por suerte, ella estaba con su novio y él me llevó a casa. Ni siquiera recuerdo haberme despedido de mi bestie.

La mañana siguiente

Madre mía, recuerdo perfectamente la resaca del día siguiente; ya era sábado y wow, me sentía como nunca antes.

La conversación del sushi

“Bestie, ¿comimos ayer?” escribí. “Sí, creo que comimos sushi,” respondió; joder, solo ver la palabra sushi me hizo correr al baño.

Obsesión con los descomponedores

Genial, así que ahora estaba de nuevo en talla menos cero. Sabiendo que estaba totalmente vacía, sin riesgo de otro ataque de pánico, me puse a estudiar todo sobre los descomponedores.

Wow, me metí de lleno — búsqueda tras búsqueda en Google — es fascinante; ¿puedes creer que hay gente que dona sus cuerpos para investigar esto? Lo hacen, y el clima y el tiempo también influyen.

En ciertos países, los cuerpos se colocan en jaulas en determinadas épocas del año y el proceso de descomposición ocurre de manera diferente según el clima y la temperatura.

La lluvia tiende a no pudrir el cuerpo; en realidad lo preserva.

Pensando en George

No puedo escribir todo lo que básicamente estudié porque es un poco morboso, pero ahora lo comprendía — y por favor recuerda que sé qué tiempo hacía en el momento en que George pasó por esas puertas.

“¿Es George? ¿Podría ser George? Tal vez estuvo allí durante las cinco semanas hasta que lo encontramos; quizá lo atropelló un coche unas horas después de desaparecer,” pensé.

De vuelta al trabajo

Por alguna razón descarté instantáneamente ese pensamiento y recordé que mañana era domingo y que tenía que colocar mis carteles de palets temprano antes de que alguien me pillara.

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