Mujer rubia de espaldas al atardecer con una pieza de puzzle flotando. Texto: “Capítulo 4 – La Foto”.

Capítulo 4: La foto – Una historia real de un perro perdido

Encontrando a Mr. George – Una historia real de rescate canino

 

Capítulo 4 – La Foto

 

Siempre he dicho que mi trabajo es el mejor del mundo, y aun así ser autónoma significa: sin días libres, sin baja médica, y si no trabajas, no hay negocio. Así que, sobre las 5 de la mañana, encendí el ordenador y, sinceramente, no sé cómo logré introducir y imprimir los pedidos de ese día.

 

También tengo muchísima suerte de que mi almacén esté a solo 4 minutos en coche de casa. Mi negocio es online y vendo suelos deportivos a minoristas, así que a las 6 ya estaba empaquetando los pedidos del día listos para TNT. En cuanto estaban todos envueltos, etiquetados y preparados, podía continuar mi día. Además, mi conductor David (de TNT) siempre me avisa 10 minutos antes de llegar, lo cual es perfecto.

 

Lo único menos perfecto son los emails que respondo durante el día, como por ejemplo: ¿Cuántos bordes tiene la alfombra? ¿Cuánto mide el tatami de 1m x 1m x 2cm? En serio, te vuelve loca.

 

Después de preparar los pedidos, que incluían varias alfombras y 7 cajas de losetas de goma de 30 kg cada una, volví a casa para dar el desayuno a los perros. Mientras organizaba el buffet de comederos, todos estaban en el jardín haciendo su vida.

 

El pequeño cuenco rojo de George seguía en la encimera, junto con los cacharros por fregar y mi taza de chocolate caliente. Ya no parecía chocolate caliente; se había separado y tenía pinta de una taza de pelusa gris.

 

Mientras colocaba cada cuenco, las lágrimas volvían a salir. En mi cabeza, seguía gritando su nombre: “George, George, George.” Mientras los demás desayunaban, le mandé un mensaje a Claudia, que regresaba a casa ese día:

 

Llámame cuando llegues. George ha desaparecido. Estoy fuera buscándole. Romeo y Blu están bien xxxx.

 

Con todos los perros alimentados, miré a Kev y le dije:

Vamos a buscar a George.

 

Kev movió la cola emocionado e hizo su típico giro mientras le ponía el arnés. Justo cuando íbamos a salir, le mandé un mensaje a Gary, un gran amigo mío. Él es socio de Claudia y gestionan nuestro internet y TV. Mi mensaje fue corto y directo:

 

Ayer por la tarde las puertas se abrieron, George desapareció. Sigo buscándole.

Desde el momento en que le mandé el mensaje, Gary envió a sus dos técnicos a buscar a George en coche, mientras él salía en su bici.

 

Fue entonces cuando empecé a darme cuenta de que todos los que me rodeaban estaban tan desesperados como yo por encontrar a mi bebé.

 

Así que volví a ponerme en marcha con Kev. Fue curioso cómo Kev se dirigía de nuevo hacia Villafranco, pero esta vez fuimos por la carretera principal en lugar de por los caminos. Seguía sin saber muy bien cómo volver desde allí, pero de alguna forma sabía que estábamos otra vez en Villafranco.

 

Mi móvil no paraba de sonar, pero como ya sabía que todos los mensajes dirían:

¿Has encontrado a George?

...los ignoraba todos. Lo que me preocupaba era oír el tono de llamada de David —David, el de TNT— porque no tenía ni idea de cuánto tardaría en volver a casa.

 

Entonces sonó el teléfono. Y cuando digo que sonó, quiero decir que mi tono suena como una alarma antiaérea. Era Gary. Lo cogí de inmediato.

 

Ufff. Ahí vino mi siguiente lección... una lección dura:

Cuando te falta información, no pierdas la cabeza.

 

Gary llamaba para decirme que había recibido respuesta del anuncio de la tele. Una mujer había llamado a Acox para decir que había visto a George la tarde anterior y que tenía una foto de él.

Gary me aseguró que había visto la foto y que sí era George, que no me preocupara, que estaba con otros dos perros y que no estaba solo.

 

Creo que en ese momento mi estómago salió volando de mi cuerpo. Necesitaba ver esa foto más que respirar.

 

Mi móvil no había parado de sonar toda la mañana, pero…
¿Dónde estaba la foto?
¿Por qué nadie me la mandaba?
¿Quién era esa mujer?
¿Cómo tenía una foto de George pero no a George?

 

Ahora necesitaba el coche más que nunca, y también necesitaba que David de TNT me avisara para poder entregar mis recogidas y salir a buscar a esa mujer que había hecho la foto de George.

 

Kev, llévame a casa, grité con las lágrimas cayendo por mis mejillas.

 

Empezamos a correr. Para mi sorpresa, el pequeño Kev me llevó a casa en un suspiro. Me quedé pensando cómo este perrito sabía volver siempre… y sin embargo George seguía desaparecido.

 

Ya en casa, solté a todos los perros y, por suerte, me acordé de volver a poner el móvil a cargar mientras esperaba desesperadamente el mensaje de David.

 

El teléfono seguía sonando sin parar con mensajes que preguntaban si había noticias de George. En ese punto, solté un grito fuerte de pura frustración.

 

Pero tan rápido como grité, me puse a responder a todos los mensajes:

Sin noticias, pero gracias por preguntar.

Y entonces llegó el mensaje que estaba esperando:

Buenos días, en 10 minutos.

David venía de camino.

 

No recuerdo si le dije hola a David ese día, o si siquiera le miré. Lo único que recuerdo es que volviendo en el coche pensé:

 

Al entrar en casa, Steve, Kev, Peter, Jeremy, Blu y Romeo me recibieron todos emocionados. Ahora tenía que pensar bien qué dos perros llevarme.

Uno lo tenía claro: Jeremy no venía.

 

Si le pones una correa, entra en un estado de histeria total. El animal salvaje que lleva dentro sale a la luz. Imagínate una crisis de ansiedad con palpitaciones, sudores, temblores… y la única solución es liberar al bicho interior. Básicamente: a Jeremy no se le pone correa.

 

Jeremy llegó a mi vida en septiembre de 2017. Era mediodía, yo estaba en el sofá viendo una peli en ropa interior porque hacía un calor horrible. De repente, George, Steve, Kev y Peter empezaron a ladrar como locos. Paré la peli, me puse mis sandalias de goma y salí a ver qué pasaba.

 

El ruido venía del campo de abajo. Al mirar por la verja, vi un perro feo como él solo, sentado ahí, al sol, jadeando como un loco. Me dio un vuelco el corazón. ¿Por qué estaba ahí sentado, en pleno sol?

 

Mi cerebro empezó a gritar: ¡Nooooooo! ¡No quiero otro perro!

Entonces vi una bolsa a unos metros de él, moviéndose con el viento. Tenía algo dentro, pero no distinguía qué era. Ufff. Fui a ponerme algo de ropa y bajé por el camino.

 

Cuando llegué, el perro seguía ahí, en la misma postura, jadeando al sol.

 

Me acerqué a la bolsa: estaba llena de galletas de perro enormes, como para alimentar a un elefante. Y también había un vasito de plástico con un poco de agua… más bien agua para un gorrión.

 

Empecé a hablarle como se le habla a un perro: “¿Hola colega? ¿Qué haces por aquí?”

Y me di cuenta: estaba vivo de milagro. Bueno, su pelo se movía… pero era por los miles de garrapatas y pulgas que tenía.

 

En esa etapa ya manejaba mejor los bichos raros… mucho mejor que una simple caca. Con una caca aún se me contrae el trasero.

Fui a casa por una correa y preparé una jaula en mi cobertizo.

 

Volví al camino. Cuando el perro vio la correa, empezó a gritar como un demonio. Ni el mejor domador de leones podría haberlo calmado.

 

No me quedó otra: lo cargué.

Y así es como Jeremy entró en mi vida.

Pobre… sigue siendo un perro muy nervioso. Pero si comparo cómo era con cómo es ahora, puedo decir con orgullo que es mi chico grande y valiente.

 

Sabía que Claudia volvería esa tarde, así que decidí llevarme a Kev y a Peter conmigo:

Kev para olfatear.
Peter para ir marcando el camino con pis, dejando un rastro para George.

 

Le mandé un mensaje a Claudia con una idea aproximada de por dónde estaría, así cuando llegara podría recoger mis llaves y volver a casa a por Blu y Romeo.

 

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